miércoles, 28 de agosto de 2013

"Jesús, ¿a quién iremos?"

: Juan 6:66-69 A partir de entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirlo, y ya no andaban con él. Entonces, Jesús dijo a los doce: "¿También ustedes quieren irse?" Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos, que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." En la vida hay muchas cosas que son difíciles de creer. Pero que sean difíciles de creer no siempre quiere decir que no sean ciertas. ¿Verdad?


 Por ejemplo, ¿quién hubiera pensado, hace doscientos años, que la célula es una entidad completa llena de información y de vida? ¿Y quién hubiera sospechado que el buen funcionamiento de cada una de las células en nuestro cuerpo es lo que nos permite vivir saludablemente? En realidad, pensándolo bien, si todo está bien en nuestras células, probablemente nuestra vida también esté bien. Es difícil creer que cosas tan básicas puedan ser capaces de tanta bendición. ¡Difícil de creer, pero cierto! O pensemos en las cosas que hoy día damos por sentado. Por ejemplo: ¿quién iba a creer, hace 150 años, que algo tan pequeño como una aspirina, o tan común hoy día como la penicilina, fuera tan efectivo para calmar el dolor o curar infecciones y otras enfermedades que en esa época llegaban a ser mortales? Cuando miramos esas pequeñas píldoras nos resulta difícil creer que tengan poder para solucionar problemas tan graves. Difícil de creer pero, gracias a Dios, cierto. Lo mismo nos sucede en el mundo de las relaciones humanas y las amistades. Trata de imaginar por un momento lo que sería el mundo-y tu vida-sin amor, sin compasión, sin compromiso, sin alegría. ¿Puedes imaginarlo? A mí me cuesta mucho hacerlo. Sin embargo, y por más triste que sea, es una realidad que existe. Tarde o temprano todos pasamos por un momento en que nos preguntamos si el amor verdadero realmente existe. A veces tenemos todas las cosas que supuestamente necesitamos para estar bien: buena salud, un buen trabajo, vivienda, y quizás hasta un automóvil. Pero nada de eso nos resulta suficiente si no tenemos con quién compartirlo. ¿Recuerdas haber pensado que nunca ibas a encontrar al amor de tu vida, hasta que de pronto un día se te apareció, y toda tu vida cambió? El amor es real, es algo que existe, y que existe para ti. Difícil de creer, pero más cierto de lo que uno pueda pensar. En la vida hay todo tipo de cosas que son difíciles de creer, pero que son ciertas. En el texto elegido para el día de hoy vemos la más importante de todas. Tiene que ver con tu relación con Dios, mi amigo. Porque tus pecados, tu culpa, y tus problemas, pueden ser superados y vencidos en Jesucristo, en quien puedes encontrar y conocer el amor de Dios. Es por ello que hoy te invito a que confíes en él y recibas así la plenitud de vida que él quiere que todos tengamos. Esto es lo más difícil de creer pero a la vez lo más maravilloso y cierto que existe en este mundo, y está disponible para cualquier persona que esté dispuesta a arrepentirse y a depositar su fe en Jesús por encima de todas las cosas. ¿Difícil de creer? Sí. Pero bien cierto. Cierto para ti, mi amigo, y cierto también para mí. Recuerda lo que el apóstol Pedro, hablando en nombre de los doce discípulos, le respondió a Jesús, cuando este les preguntó si lo iban a abandonar, como lo habían hecho ese día muchos de sus seguidores. Pedro le dijo: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos, que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." En este texto está sucediendo algo extraordinario. Como se resume luego en Hechos 10:38: "Jesús andaba haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él". Si nos fijamos en los primeros capítulos del Evangelio de Juan, podemos ver algunos de los milagros que Jesús estaba haciendo: alimentó a cinco mil personas con sólo cinco panes y dos pescados, sanó a un ciego de nacimiento en el estanque de Siloé, caminó sobre el agua rescatando así a sus discípulos del medio del lago, y muchos más. Entonces nos preguntamos: ¿cómo puede ser que alguien que hizo cosas tan increíbles, de pronto se encuentre sin amigos? ¿Cómo puede ser que alguien así, fuera "rechazado" por sus mismos seguidores, al punto que tuviera que preguntarles a sus discípulos más cercanos si ellos también lo iban a abandonar? Es que Jesús sabe que nuestra tendencia natural nos lleva a rebelarnos y a no creer. Hasta la fe es un regalo que recibimos de Dios. Helena, una doctora británica, cuenta la siguiente historia ocurrida cuando ella estaba como misionera en el Zaire, África, en la cual Dios le mostró su amor, un amor que sobrepasa toda expectativa, y le dio una lección de fe. Una noche, Helena había estado trabajando arduamente ayudando a una madre a dar a luz a su hijo. A pesar de todos sus esfuerzos, la madre murió, dejando a los médicos con un recién nacido prematuro, y una niña de dos años. Como no tenían incubadora ni electricidad, para mantener calentitos a los bebés durante las noches frías utilizaban botellas con agua caliente. Cuando una de las enfermeras estaba llenando la botella con agua caliente para ponérsela al bebé prematuro, la botella explotó... y era la única que tenían. Así que envolvieron al bebé en una frazada, y durmieron con él al lado del fuego. El bebé sobrevivió la noche. En la mañana Helena juntó a los otros niños para orar, como lo hacía cada día. Les explicó la situación de la niña de dos años, que lloraba porque su mamá había muerto, y de su pequeña hermanita recién nacida, y les dijo que ella probablemente moriría esa noche porque no tenían más botellas para agua caliente. Durante la oración Rut, una niña de diez años, con la usual franqueza de los niños, pidió: "Dios, por favor, envíanos una botella para agua caliente. Mañana no va a servir para nada, Dios, porque la pequeña va a estar muerta. Por favor, envíala esta tarde. Y, ya que estás, por favor envía una muñeca para la hermanita, así ella sabe que tú de veras la amas." Helena se sintió entre la espada y la pared. Sabía muy bien que Dios podía hacer cualquier cosa. Pero todo tenía un límite, ¿no es cierto? La única manera en que Dios podía responder esa oración tan específica, sería enviándole un paquete desde Inglaterra. Pero en los cuatro años que hacía que estaba en África, nunca había recibido un paquete de su país. Además, si alguien le enviara algo, ¿a quién se le iba a ocurrir mandarle una botella para agua caliente, sabiendo que vivía en África? Unas horas más tarde llegó un vehículo y dejó una caja grande de diez kilos en la puerta de la casa de Helena. Cuando ella regresó a su casa y la vio, juntó a los niños para abrirla entre todos. En ella encontraron ropa de todos tamaños y colores para ellos, y también vendas para los enfermos de lepra. Pero debajo de todo eso había otro paquete: ¡era una bolsa de goma para agua caliente! Helena se puso a llorar. Ella no le había pedido a Dios que le enviara una, porque no creía que él pudiera hacerlo. Pero Rut, esa niña de diez años, sí lo creyó. En cuanto vio la bolsa, Rut saltó de alegría, gritando: "¡Si Dios envió la botella, también debe haber enviado la muñeca!" Y buscando en el fondo de la caja, Rut encontró una muñeca pequeña, con un vestido precioso. ¡Rut nunca había dudado de Dios! Entonces, mirándola a Helena, le preguntó: "¿Puedo ir contigo, mami, y darle esta muñeca a esa niña para que sepa que Jesús la ama de verdad?" Esa caja había estado en camino durante cinco meses. Había sido empacada por la clase de escuela dominical de Helena, cuya maestra había escuchado y obedecido la voz de Dios que le había dicho que, a pesar de vivir en un país con un clima tan caluroso, pusiera una bolsa para agua caliente. Y una niña había puesto una muñeca para una niña en África-cinco meses antes-en respuesta a la oración de una niña de diez años, que lo pidió para "esa tarde". Eso es lo que Dios nos promete en Isaías 65:24, donde dice: "Antes de que me pidan ayuda, yo les responderé." Y eso es lo más difícil de creer. Es difícil creer que, gracias a lo que Jesucristo hizo, Dios nos da perdón, vida, salvación, alegría, y paz con él y entre nosotros. Sí, mi amigo, Jesucristo es la respuesta que Dios nos da antes de que se la pidamos. Sólo en él podemos recibir las bendiciones de Dios. Sin él, no tenemos esperanza. Por eso es que aquí está Jesús preguntándole a Pedro, y preguntándote hoy a ti: '¿Estás seguro que sabes quién soy? Porque cuando confías en mí, toda tu vida cambia.' Las cosas que Jesús comenzó a enseñarles a sus discípulos no fueron fáciles. No se trataba de aprender reglas nuevas, o una nueva filosofía de vida. No. Lo que Jesús les dijo fue que el seguirlo a él implicaba poner la vida de ellos en sus manos, y confiar y tener fe sólo en él. Así, y sólo así, iban a tener vida con Dios. Difícil de creer, pero cierto. Se me ocurre que los discípulos deben haberse sentido un poco confundidos ese día. ¿Por qué habrá sido que Jesús no aceptó la aclamación de la multitud? ¿Por qué habrá sido que sintió la necesidad de alejarse de esos admiradores? ¿Cómo es posible que, en vez de recibirlo, tantas personas lo rechazaran? Si lees el capítulo 6 del Evangelio de Juan, te vas a dar cuenta. Jesús intensifica su discurso. Cuando le preguntan: "¿Y qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?" (Juan 6:28), Jesús les dice: "Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel que él ha enviado" (Juan 6:29). Ellos le responden: "Pero, ¿qué señal haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué es lo que haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, tal y como está escrito" (Juan 6:30-31). Jesús les dijo: "Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35). Y no termina allí. Jesús sigue diciéndoles que entregará su cuerpo para dar vida al mundo, y que derramará su sangre para que muchos puedan vivir. Y luego, antes de instituir el sacramento de la Comunión, los deja boquiabiertos cuando los llama a la salvación a través del comer de su cuerpo y beber de su sangre, estando total e incondicionalmente conectados a él para la vida y la salvación. No es de sorprender que los primeros cristianos fueran acusados de ser caníbales, por más que nada pudo haber estado más lejos de la verdad. Ellos no estaban comiendo el cuerpo de Jesús, sino recibiendo la plenitud de Cristo dada milagrosamente como un regalo de Dios. Muy claramente Jesús estaba diciendo que sólo con él y en él podemos ser partícipes de las cosas de Dios. Difícil de creer, pero cierto. La gracia y el amor de Dios fueron ofrecidos en ese entonces y son ofrecidos ahora a nosotros a través de su Palabra. Dios mismo nos está diciendo en estos momentos que, en Jesús, podemos ser reconciliados y redimidos, y recibir el poder que necesitamos para vivir una vida plena y abundante en su nombre. Pedro lo dijo muy bien: 'Jesús, sabemos quién eres; tenemos fe en ti, te confiamos, y te seguimos.' En otras palabras, sabemos muy bien que, aparte de ti, no hay nada en toda la creación, ninguna persona, ningún lugar, ni ninguna cosa, que pueda satisfacer nuestra necesidad de Dios. Si tú no eres el único Señor, ¿a dónde iremos? No tenemos a quien más volvernos, Jesús, no hay nadie más para nosotros, que tú. Ahora, con esto no quiero decir que todo el mundo lo busque siempre y primero a Dios. Hasta la misma Biblia está llena de historias de personas que, antes de buscarlo a Dios, buscaron respuestas en los lugares equivocados. Quizás hayas escuchado hablar del Rey Salomón. Él buscó la respuesta a sus necesidades en el mundo de las riquezas, el placer, y el poder. Pero si lees lo que escribió en el libro de Eclesiastés, verás lo que finalmente descubrió acerca de todo eso: que todas las riquezas de la vida sin Dios, ¡son pura vanidad! Otro ejemplo es el Rey David. Quizás conozcas su historia de adulterio, muerte, e intriga con Betsabé. Es una historia de destrucción y redención, aun en medio de un dolor verdadero. La historia humana se caracteriza por buscar respuestas en los lugares equivocados. Pero la historia de la Biblia es la historia de un Dios que viene a buscar al perdido, a ti y a mí. Hasta el mismo Pedro habría de experimentar esto más de una vez en su vida. Pedro sabía lo que decía cuando le contestó a Jesús: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna." Es que sólo las palabras de Dios están llenas del Espíritu que da vida. De hecho, ese mismo Espíritu es quien está actuando en estos momentos en el corazón de muchos a través de este mensaje. Muchos de ustedes, amigos oyentes, están siendo ahora reconfirmados en la fe. Muchos de ustedes están recibiendo en estos momentos la oportunidad de comenzar de nuevo, y la invitación a leer nuevamente la Palabra de Dios para descubrir en ella a ese Jesús que vino a cambiarnos la vida ahora, y por la eternidad. Recuerda que la Biblia es la carta de amor que Dios ha escrito para ti. Te invito a que la abras y la disfrutes. Lee el Evangelio de Juan. Allí verás a Jesús actuando por ti, y comprenderás cuánto te ama y que sus palabras están llenas de vida y poder para tu vida. Nuestro objetivo al hacer este programa es que conozcas a Jesús. Queremos que veas las promesas que Dios hizo desde el comienzo del tiempo a Abrahán, Isaac y Jacob, queremos que veas cómo todas esas promesas fueron cumplidas por Jesús para ti y para mí. Porque Dios se hizo carne en Jesús para que este mundo pecador pueda volver a vivir. Mi oración hoy es que, aun en medio de todas las otras voces y ruidos que hay a tu alrededor, puedas escuchar el llamado que Dios te está haciendo... que puedas ver que él está obrando por ti, a través de la cruz de Jesús y en el poder de su resurrección, para que puedas vivir la vida plena que él te ofrece en su nombre. Quiero que veas cuánto lo necesitas, para que así conozcas la alegría de vivir en él. Pedro vio todo eso, y ese día dio testimonio de ello. Años más tarde, cuando su propia vida estaba en juego, volvió a dar testimonio de que Jesús es Señor y Salvador de todos. Y esa confesión le costó la vida. En algunas iglesias cada domingo, antes de leer el Evangelio para el día, cantan esas palabras de Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, ¡aleluya!" Luego escuchan la lectura como si Dios mismo les estuviera hablando directamente. En otras palabras, lo que están cantando, es: 'Señor, sabemos quién eres, sabemos lo que necesitamos, y sabemos que sólo tú puedes dárnoslo; así que habla tu palabra Señor, que escuchamos, creemos, y estamos prontos a recibirla y a hacer lo que nos digas." Pero la pregunta más importante de este mensaje, mi amigo, es: ¿estás escuchando? Hay muchas cosas en este mundo que ni siquiera podemos imaginar, pero que aún así son ciertas. Este mensaje de Jesús es la más importante de todas ellas. Es mi oración que hoy comiences a conocer a Jesús como tu Salvador y Señor, y que comiences a encontrar en su Palabra el poder de Dios para vivir y triunfar en esta vida y hasta la vida eterna. Y si podemos ayudarte a conocer más a este Jesús, comunícate con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario