… Yo nunca me olvidaré de ti. Isaías 49:13-16
He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida… —Isaías 49:15-16
Hace años, mis padres, tuvieron la oportunidad de visitar el Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, (Santiago) mientras disfrutan del panorama, vieron que había un cochecito de bebé sin nadie cerca. Pensaron que los padres lo habían dejado allí y que estaban acarreando a su bebé en brazos, pero, cuando se acercaron, estaba el pequeño durmiendo. Mi padre pregunto a las personas que se encontraban allí ¿Dónde estarán los padres? … les habrá pasado algo?… Ellos, (mis padres) se quedaron allí un rato antes de llamar a un empleado del museo.
¡Nadie aparecía para reclamar al precioso niño! La última vez que lo vieron, estaban llevándolo en su cochecito a un lugar seguro.
Esa experiencia me hizo pensar en cómo será sentirse abandonada.¿Cómo será un día despertar asustada y estar sola sin nadie a tu lado?.
Es una sensación tremenda que nadie se preocupe por uno; un sentimiento terriblemente doloroso.
Pero aunque la gente nos abandone, me consuela que el amor y la presencia de Dios están asegurados. Él promete que nunca nos dejará (Deuteronomio 31:8), que estará con nosotros dondequiera que vayamos, «todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
El Señor nunca dejará de cumplir lo que les prometió a sus hijos. Aunque los demás nos hayan abandonado, podemos confiar en su promesa de que nada «nos separará del amor de Cristo» (Romanos 8:35-39).
La confianza en la presencia de Dios es nuestro consuelo.
Tiernamente
Mary
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